Cuando
profundizas más en ti mismo, observas mejor la naturaleza, los pájaros, miras la belleza de las flores con
admiración. Miras con los ojos del alma. No etiquetas nada ni a nadie. Eres más
consciente de la hermosura de todo lo que nos rodea y con una sensibilidad
mayor lo disfrutas hasta el universo.
Así como es fuera es dentro. Cada uno de nosotros somos ese universo que
nos une y brilla en nosotros. Si somos
conscientes de ello estamos en estado puro.
Vibramos en la frecuencia del amor incondicional. Es ese lago cristalino donde te ves reflejado
como un espejo y no te quedas en la superficie, entras y buceas en él para
empaparte de la viveza y pureza que contiene.
El amor
es un estado, no tiene nada que ver con nadie más. No nos enamoramos, somos ternura. Por supuesto, si eres ésta, estás enamorado como resultado, la consecuencia pero el
origen es que eres amor.
Hay que
tomar conciencia de quien eres si no, el miedo te bloquea. Con el querer te esparces y con el miedo te pliegas. Hay quien dice que
el odio, es lo contrario al cariño pero
no es así. Es el afecto al revés.
Lo que realmente es lo contrario al amor, es el miedo.
Con éste surgen las dudas, te cubren las sombras, quedas en soledad y te cierras. La pasión es apertura, luz, confianza,
se difumina el recelo y todo lo negativo, lo que te limita. Entonces, te abres
al sentirlo, te sientes libre porque
desaparece toda duda, todo apego a sentir y en la apertura, no hay desasosiego a la
soledad.
Todo lo
que está fuera está dentro. El sonido de
los pájaros, el sol, la luna, las estrellas, las flores están en tu interior. Ahí es cuando
reconoces tu estado puro y conoces tu cielo interno: el amor.
Los
niños no tienen desconfianza porque nacen sin él y están
en estado puro pero a medida que pasan los años se nos mete en la
cabeza el mismo por las creencias muertas, la educación y la moral recta. Pero si le ayudásemos a ser
aventureros de lo desconocido, éstos se volverían grandes amantes de la vida. Esa es la esencia de todo y la auténtica
religión porque no necesitas depender de ninguna de ella. Al relacionarte con
las personas, percibes en sus experiencias y vida mucho aprendizaje, te transmiten
esa adoración que tienen en su medida. Y
es un privilegio aprender de las personas
sin temor. Son la existencia y no son el enemigo. Cada una te aporta
algo durante un tiempo determinado. La vida te cuida, te apoya de todas las
formas posibles. Se trata de confiar y notarás el cambio. Al creer, aumenta la
energía, se abre el prisma y no hay horizontes ni límites. Esa voluntad quiere
bendecir a toda la existencia y cuando
vibras en ella te sientes consagrado,
vivo, libre, lleno de ternura y paz. Y
cuando uno se siente en ese estado quiere transmitirlo a los demás.
Somos
amor que es ese estado profundo de bendecir a toda la existencia.
Irma
Ariola Medina ©
Foto. Google
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